17/03/2015
Jugar al pádel tiene muchas ventajas como el hacer deporte, divertirse, ponerse en forma, etc. Aunque hay algunas cosas que solo verás cuando te metas en la pista con una pala...
Jugar al pádel tiene muchas ventajas como el hacer deporte, divertirse, ponerse en forma, etc. Aunque hay algunas cosas que solo verás cuando te metas en la pista con una pala y a correr como un loco por ella para sacar bolas de la pared. Algunas de las cosas que consigues aprender cuando practicas este divertido deporte son que la amistad dura hasta que vas perdiendo, y es que este deporte te ayuda a ver lo débil que es la amistad y el buen rollo. Todo son buenas caras, risas y bromas cuando se gana, pero en cuanto un partido de pádel se pone serio y vas perdiendo solo hay tensión y no se perdona ningún golpe.
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Otra de las cosas que enseña este deporte es que tienes músculos, porque cuando llevas un tiempo sin jugar a pádel y echas un partido competido, al día siguiente sabes que tendrás agujetas en las piernas de tanto agacharte para sacar bolas de la pared. También descubrimos con el pádel que las muñecas y las rodillas existen y son vitales para jugar bien al pádel. Y es que la muñeca es vital para hacer buenos golpes, evitar lesiones o incluso protegerte de pelotazos. Mientras que las rodillas son importantes para los cambios de ritmo y dirección y llegar a la bola en buena disposición para devolverla.
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Otra cosa que cambia en nosotros cuando entramos en una pista de pádel es la vista, y es que parecemos auténticos linces en los partidos que jugamos. Porque no importa que te tape la cinta, que estés mirando a otro sitio o que la pelota ni si quiera haya tocado el suelo, tú ya la has visto buena o mala, dependiendo de la situación. Y da igual que fuera de la pista lleves gafas de culo de vaco o lentillas, eso cuando entras en la pista de pádel no importa. Dentro de la pista puedes ver todos los ángulos ya sean posibles o imposibles.
Lo último que nos enseña este divertido y honesto deporte es que celebrar los puntos antes de tiempo suele tener consecuencias funestas. Y es que basta que te salga un buen golpe, crees que es definitivo, porque además has utilizado tu vista de lince y sabes que es un puntazo, por lo que lo celebras, gritas y aprietas el puño, te das la vuelta y miras a tu compañero, que no está con la cara que esperas. Porque a pesar de que ese punto estaba ganado, el rival ha conseguido sacarse de la nada y contra todo pronóstico, un nuevo golpe, que igual podrías haber devuelto, pero como ya estabas a otra cosa…